martes, 24 de febrero de 2009

Niki Lauda cumple 60 años con estatus de leyenda

Han pasado 32 años del terrible accidente de Niki Lauda en el circuito alemán de Nürburgring, una de las tragedias más escalofriantes de la F1. Pocos hubieran sido capaces de sobreponerse a algo así, pero él era un piloto especial. Seis semanas después de salir vivo del infierno de llamas en que se convirtió su Ferrari, el austríaco volvió a subirse a un bólido en Monza. Con el rostro desfigurado para siempre pero con su talento intacto, Lauda prosiguió su carrera de éxitos y añadió otros dos títulos (1977 y 1984) a su palmarés (antes del accidente fue campeón en 1975).

El piloto de origen gallego (su abuelo paterno, Juan Lauda Crespo, era un aldeano de Loña do Monte, en Orense), celebró ayer domingo su 60° aniversario, una cifra más que simbólica para alguien que como Lauda volvió a nacer un 1 de agosto de 1976. Ha pasado el tiempo pero nadie le ha olvidado. En parte, porque hoy dia sigue recorriendo los circuitos de medio mundo como comentarista de televisión, pero sobre todo porque es difícil alguien con una personalidad tan marcada como Lauda pueda pasar desapercibido. La Gazzetta dello Sport recordaba el sábado en un artículo-homenaje, que “a la F1 actual le faltan pilotos con su carisma. En una época de comunicados de prensa, filtraciones y rumores, se echa de menos a pilotos con su desbordante sinceridad, que tantas polémicas le ha costado.
Cada vez que Niki abría la boca, daba una noticia”. Y Lauda, fiel a su costumbre, aprovecha cualquier oportunidad para reivindicar la vieja F1: “En mis tiempos la muerte estaba siempre acechándonos. Hoy los pilotos no tienen ni idea. Son jovencitos que pasan directamente del kart a un F1 con 18 años”.

Con frases de este estilo, el austríaco se ha ganado muchos detractores, pero lo que nadie discute es su estatus de leyenda en este deporte: Ganó tres títulos, disputó 172 grandes premios, con 25 victorias y 54 podios desde su debut, con el equipo March en 1971, hasta su retirada definitiva, en 1985.

Entre 1974 y 1977 vivió su época gloriosa con Ferrari, interrumpida sólo provisionalmente por el drama de Nürburgring: “Lo último que recuerdo de aquel día fue mi salida de boxes para situarme en la parrilla. Después desperté en el hospital. Tras el accidente decidí que si quería olvidarlo, la mejor forma era volviendo a competir cuanto antes y así fue”.

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