martes, 30 de marzo de 2010

"Nadie habla de mí sin mencionar a Ayrton"

La séptima vuelta del GP de San Marino de 1994 sigue marcada como uno de los momentos más dolorosos de la historia de la F1. Ayrton Senna perdió el control del Williams FW16 que conducía a casi 300 kilómetros por hora y se estrelló contra el muro exterior de la curva Tamburello en el circuito de Imola. "En un F1, si crees que lo tienes todo bajo control, es que no vas lo suficientemente rápido", había dicho el brasileño. Su monoplaza impactó, a 216 kilómetros por hora, con tan mala suerte que una de las barras de la suspensión le atravesó la visera del casco y le provocó daños irreparables en el cerebro. Esa misma tarde, en el hospital Maggiore, de Bolonia, al que había sido trasladado en helicóptero, su corazón dejó de latir. Un día antes y en ese mismo escenario había fallecido el austriaco Roland Ratzenberger, que también se precipitó contra una de las paredes cuando su Simtek salió escupido de la curva Villeneuve.

Hace dos domingos, Senna habría cumplido 50 años. La fecha de su muerte aún supone un punto de inflexión. Aquel accidente zarandeó todos los estamentos de la competición y llevó un replanteamiento de las normas para aumentar la seguridad.

La F1 entera aún llora la muerte de uno de sus héroes más queridos, aunque los testimonios más reveladores son los de aquellos que compartieron con él la última carrera.

Alain Prost: "Su muerte fue el final de mi historia con la F1". A pesar de ser su archienemigo en la pista, El Profesor notó un extraño pero agradable acercamiento del brasileño tres meses antes del fatal desenlace. "Nunca me había llamado por teléfono, pero en las últimas semanas lo hizo repetidas veces. Estaba preocupado. Pensaba que Benetton y Schumacher empleaban electrónica en su auto (la FIA lo había prohibido) y quería que me vinculara a la Comisión de Seguridad. Además, no estaba a gusto en Williams", recuerda Prost, que acudió a aquel GP de San Marino como comentarista.

"Me acuerdo que, antes de la carrera, vino a las cabinas de televisión para hablar conmigo. No era algo habitual. Todos los que estaban allí se quedaron callados. En esos momentos, un piloto tan sólo piensa en concentrarse y él se acercó y se sentó a mi lado. Lo más sorprendente fue que no quería hablar de nada importante. Después de comer, poco antes de arrancar, me fui al taller de Williams y hablé un par de minutos con él antes de que se subiera al auto. Esa fue la última vez", lamenta el francés. "Ayrton y yo teníamos un vínculo. Su muerte fue el final de mi historia con la F1. Nadie puede hablar de Ayrton sin mencionarme a mí y nadie puede referirse a mí sin hablar de él", concluye.

Michael Schumacher: "Lo peor vino dos semanas después, cuando acepté que había muerto". Michael Schumacher no recuerda una victoria que le dejara un vacío tan grande en el cuerpo como la que consiguió aquel día en Imola.

"Habíamos visto muchos accidentes como ese o incluso peores, pero uno nunca espera que se produzca un desenlace así. Pensé que Ayrton podía haberse roto una pierna o un brazo, pero que todo seguiría igual. Fue después del podio cuando Pasquale [Lattuneddu, mano derecha de Bernie Ecclestone] vino y nos dijo que estaba en coma. Yo sabía que hay varios tipos de coma, pero había mucha información contradictoria. No sabía qué pensar. No podía imaginar que pudiera llegar a morir. Como mucho, que iba a perderse un par de carreras y ya está. Pero lo peor vino dos semanas más tarde, en Mónaco, cuando tuve que aceptar que, efectivamente, había muerto. Fue una locura".

Jo Ramírez: "Para McLaren, fue como perder a un hijo". Por aquel entonces, Joaquín Jo Ramírez era el coordinador de McLaren, equipo en el que Senna logró sus tres coronas (1988, 1990 y 1991). "A pesar de que aquel año fichó por Williams, para McLaren su muerte fue como perder a un hijo. Se marchó porque nuestro auto no estaba a la altura y por eso nos sentimos en parte responsables de su muerte, por no haberle podido retener. Aquel fin de semana, Ayrton me pidió un favor: tenía su avión en el aeropuerto de Forli y quería que le alquilara un helicóptero que le llevara allí tras la carrera. Sólo había disputado tres GP en Williams y aún no tenía suficiente confianza para pedírselo a nadie. Me dijo que el trato del equipo era muy frío. Yo lo hice encantado, pero por desgracia nunca llegó a coger ese helicóptero", recuerda el mexicano.

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