lunes, 18 de abril de 2011

Jaime Alguersuari:¡Abracé a mi mecánico al terminar!

A pesar de truncarse la que podría haber sido su mejor carrera hasta la fecha, tras clasificarse séptimo el pasado sábado, el piloto barcelonés ha demostrado además de ser buen piloto, mejor persona.
En el box de Toro Rosso había un ambiente de decepción y tristeza después de la formidable clasificación del sábado, de los dos autos del equipo, Jaime séptimo y Buemi octavo. La mejor del team Toro Rosso desde 2008.
Como se pudo ver por televisión, Jaime tomó la salida del GP en séptima posición sabiendo que pasaría muchas dificultades en las primeras diez vueltas hasta el primer pit stop.
Sus neumáticos blandos, por reglamento, debían ser los mismos que utilizó en el qualifying Q3, que obviamente estaban más deteriorados que los de la formidable batería de pilotos que salían detrás de él con neumáticos frescos.
Las primeras diez vueltas del GP fueron un infierno para Jaime, pero condujo al límite y llegó al pit stop en la decimoprimera posición.
Salió como un misil, con rueda nueva y blanda. Algún punto era entonces un objetivo posible.
Tres curvas, solo tres curvas duró la ilusión.
La precipitación de uno de los mecánicos de Toro Rosso, para ganarle tiempo al tiempo en el cambio de ruedas, dejó defectuosamente colocado “el dado” de fijación de la rueda trasera.
La rueda aguantó en su sitio menos de dos kilómetros.
Salió volando, y afortunadamente no hubo daños personales entre oficiales, comisarios o público. Allí acabó el GP de Jaime.
Al acabar dijo lo siguiente: “Ha sido una lástima, porque sabíamos todos que sufriría en las primeras vueltas, pero que el GP empezaba de verdad, a partir del primer juego de gomas blandas y nuevas. Estaba previsto para la vuelta diez, y aunque perdí las posiciones previstas, entré al cambio en la vuelta adecuada. No tengo palabras para expresar lo que sentí, cuando mi auto se quebró, ¡y mi rueda me adelantó por el aire!. Algún mecánico no había fijado bien el dado en el pit stop. Dejé el auto en un margen de la pista, y me dirigí andando a mi box, en el camino fui pensando en muchas cosas, en mi vida, en lo afortunado que soy disputando mi tercer mundial de F1, en el afecto que siempre me ha mostrado el equipo y la organización Red Bull, y poco a poco sin darme cuenta me fui tranquilizando, y me olvidé por completo del GP, de los puntos y de la fantástica clasificación del sábado. Pensé en cómo se sentiría el mecánico que colocó mi rueda. Al llegar al box, lo primero que hice fue buscarlo, no se había quitado ni el casco todavía y le di un fuerte abrazo diciéndole: “Amigo, no ha pasado nada. Los dos trabajamos aquí, y ¡los dos podemos fallar!. Qué extraña sensación, se me fue el cabreo, y me sentí muy orgulloso de ser piloto de F1 en Toro Rosso”.

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